El sufrimiento de los «niños brujos»
Soy Paquita Sánchez, Misionera Comboniana, y he trabajado toda mi vida entre Togo y la República Democrática del Congo.
Ahora estoy en Kisangani, al norte de la RDC. Aquí existe un problema muy serio con muchos niños a los que la familia rechaza porque dicen que son “niños brujos”. Basta con que un niño sea hiperactivo o tenga alguna enfermedad como la epilepsia, que la familia los considera brujos y por tanto no pueden vivir en el núcleo familiar.
Cualquier niño que tenga un trastorno puede ser acusado de brujo. Es la forma más sencilla para deshacerse de él. Cuando hay algún niño “fuera de lo normal” los padres le tienen miedo, lo acusan de brujería y sus mismos padres pueden llegar a asesinarlos. Pero muchas veces antes los maltratan y sufren todo tipo de vejaciones.
En el mejor de los casos la familia los abandonan a su suerte y se convierten en niños de la calle, abandonados, sin ninguna posibilidad de futuro. Suelen terminar siendo miembros de bandas criminales o bien en la droga.
En el centro Saint Laurent recogemos a niños en ruptura familiar. Son niños que de no estar aquí estarían en la calle. De hecho muchos de estos niños ya han estado en la calle. Este centro lleva funcionando 35 años y son muchos los niños que han pasado por aquí. Se acogen a los niños desde el año y medio hasta los 18 años. Son chicos y chicas muy desestructurados, cuando llegan están desarraigados, no es fácil empezar un camino con ellos. Muchos de estos niños han sido acusados de ser brujos. Todos los niños están escolarizados. Eso supone un enorme esfuerzo económico, pero gracias a Dios la providencia no nos falta y viene en nuestra ayuda.
En el centro organizamos con ellos teatros en los que pueden expresar todo lo que con palabras no pueden decir. Creamos y realizamos piezas de teatro a partir de los temas que ellos mismos nos proponen. Actualmente estamos preparando una obra titulada “El niño no es un brujo”. Esto les permite expresarse y decir cosas que de otro modo no se entenderían.
También les gusta muchísimo el canto. Tenemos una coral con la que animamos las fiestas del centro. Cuando cantan parece que dejan atrás tanto dolor como algunos acumulan.
He visto muchas cosas en mi vida, pero reconozco que antes no se veían tantos niños abandonados como ahora. Las familias tenían otra cohesión. Ahora se te parte el corazón al ver a estos niños y adolescentes con un futuro a veces incierto. Sus ganas de aprender, su lucha por salir adelante y por superar todas la dificultades que la vida les pone delante son un aliciente para mí. Nuestros niños en Europa no son conscientes de todo lo que la vida les ha regalado.